Por alguna razón casi inexplicable en esta mañana presiento en la boca ese
esparto que deja la saliva, aunque por otra parte me aterra la idea de
encontrar razonable la renuncia hacia algún de esos pequeños vicios que me
traen hasta aquí… y cambiarlos en plena tentación por cualquier virtud extraña
que ahora no atisbo a reconocer…
En mañanas como esta lo más sensible que me atrevo a reconocer es que soy capaz
de enganchar esa endiablada hebilla del cinturón, me estoy haciendo mayor lo
que antes era puro vigor en las mañanas, ahora es cansancio y una vocecita que
dice que es razonable.
Me preocupa este rastro que dejan los años, me preocupa inspirar confianza,
ahora cuando balbuceo mi paseo por el parque ni si quiera me rehúyen las
palomas, creo que soy de la generación de la mitad de la mitad de las baldosas
del paseo y me estoy convirtiendo en un ser tolerado para menores… es altamente
lamentable que a un hombre el dinero le dure mas que sus vicios, un día en el
parque hicieron una exposición de no se que escultor, coincidió al lado de mi
banco preferido, en un momento de la mañana la gente retiraba la mirada de
aquellas estatuas para fijarse en mi, tuve que hacer un par de movimientos y
carraspear para que no siguieran haciendo fotos de mi.
Conocí a Linda una madrugada en la que hasta las lagartijas estaban en libertad
condicional, no recuerdo muy bien su cara de aquel día, el aire estaba tan
cargado que incluso se hacia un lio consigo mismo, lo único que recuerdo de
ella es que era tan persuasiva que cuando pedía un whisky le ponían dos.
Recuerdo que las primeras madrugadas con Linda era pura pedida de noción y
espacio, un día al salir a la calle no podía creer que el cielo estuviera tan
alto, y que aquello que me estaba empapando, esa lluvia insistente, no
recordaba que la lluvia tuviera tanta agua, ni que la acera estuviera al otro
lado de la calle…eran mañanas muy irreconciliables con el mundo… Con Linda tuve
muchas noches para filosofar sobre aquella frase de aprendizaje; “Se tardan dos
años en aprender a hablar y sesenta en aprender a callar” todas las noches
deseaba que fuera su cumpleaños varias veces.
Linda un buen día se fugo con un tipo gigante de unos cincuenta años de edad,
noventa y pico kilos de peso, y un rostro tan agrio que le borraba la cara y
arrugaba las fotos y, seguramente serán muy infelices en algún rincón del
mundo.
La verdad es que hace tiempo que mis mañanas parecen letra pequeña de un
contrato, nadie se fija en ellas, creo que me siento como un pájaro enjaulado
que al sentirse libre solo sabe volar alrededor de su jaula.
De mas joven me gustaban las muchachas de mi barrio, aquellas chicas vestidas
de blanco con aquellos pobres vestidos beige, había una que me gustaba en
especial y creo que yo a ella, pero la sola idea de que hasta dios se habría
sentido una mala compañía a su lado me alejo a todo prisa de aquel barrio. En
aquellos tiempos hasta yo era un caballero, descarado pero caballero, una noche
le dije un piropo cargado a una muchacha y esta me respondió amablemente con
una bofetada, yo como buen caballero se lo devolví al tipo que estaba con ella,
pero eso fue hace tiempos.
En estos tiempos veo amanecer con la mirada puesta en una tulipas que parecen
tener barba de tres días, anoche un minuto antes de amanecer escuche el grito
suave de una mujer mientras era deseada, escuche detenerse el reloj varios
minutos esperando a que todo ocurriera bajo la luna, me levante y vi la propia
sombra de la sombra, lo cual me pareció altamente absurdo, anoche oí el grito
de una mujer, luego sopló el viento y se lo llevó todo, todo menos ese par de
hielos que me ayudaron a anochecer..
Cause I've still got
-
*…. una visión, arrastrándose suavemente, dejó sus semillas mientras estaba
durmiendo, y la visión que fue plantada en mi cerebro, todavía permanece.
Dent...
Hace 5 años